La llegada de los Annunakis y la civilización antigua

En las últimas décadas del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, las excavaciones arqueológicas en Mesopotamia revelaron un tesoro asombroso: antiguas tablillas cuneiformes cuyos contenidos arrojaron luz sobre la antigua civilización sumeria. Estos textos, con más de cuatro milenios de antigüedad, representan la literatura más antigua descubierta hasta ahora.

Los asiriólogos que se sumergieron en el estudio de estos escritos notaron similitudes sorprendentes entre las narrativas sumerias y los relatos del Génesis bíblico. Sin embargo, las versiones sumerias, especialmente las que hablan de los dioses Anunna (o Anunnaki en la literatura acadia), presentan una historia más enigmática y detallada.

Según estas antiguas narrativas, una misteriosa raza de deidades sobrehumanas, los Anunna, descendió del «cielo» a una Tierra prístina, estableciendo una civilización pre-humana en Mesopotamia. Los Igigi, dioses menores subordinados a los Anunna, fueron los artífices de esta obra, pero su labor desencadenó la primera huelga general registrada en la historia de nuestro planeta.

Ante el conflicto, Enki, destacado príncipe sabio de los Anunna y considerado nuestro auténtico Padre Creador, propuso una solución ingeniosa en el Concilio Celestial. Su propuesta: la creación del Homo Sapiens para reemplazar a los Igigi en sus tareas. Este proyecto fue aprobado, y con la ayuda de otras deidades, Enki dio forma al prototipo de la Raza Humana en su sagrado Abzu.

Los registros mesopotámicos destacan que, inicialmente, el Hombre fue creado como un inteligente trabajador para los dioses. Sin embargo, la razón fundamental detrás de la llegada de los Anunna a la Tierra sigue siendo un misterio sin respuesta clara en los textos antiguos.

La teoría de Zecharia Sitchin, presentada en «El Duodécimo Planeta» (1976), sostiene que los Anunnaki vinieron en busca de oro para reparar la atmósfera de su planeta moribundo, Nibiru. Aunque esta interpretación ha ganado seguidores, la evidencia textual es escasa, y el énfasis en la minería de oro es cuestionable.

La realidad es que los Anunnaki eran una raza extraterrestre, con su origen en el «cielo», similar a las representaciones bíblicas del trono de «dios». Aunque se menciona la minería de oro, su importancia es periférica, y la conexión con Nibiru carece de evidencia clara en los textos antiguos.

Los Igigi y, posteriormente, los Humanos, participaron en la minería de oro en la Tierra, aunque la palabra ‘oro’ no se enfatiza explícitamente. Los textos revelan la importancia de la agricultura, y los Humanos, al reemplazar a los Igigi, no solo trabajaron en la minería sino también en la agricultura, proporcionando alimentos a los Anunnaki y celebrando festivales.

La conclusión es clara: la llegada de los Anunnaki no fue impulsada principalmente por el oro, como sugirió Sitchin. Enki no nos creó como esclavos; éramos los custodios y futuros herederos de la colonia terrestre de los Anunnaki.

Esta perspectiva novedosa sugiere que Enki y sus compañeros divinos eran astronautas de una civilización extraterrestre avanzada que colonizó la Tierra. Su llegada a Mesopotamia, la región fértil, y la creación del Homo Sapiens marcan un capítulo intrigante en la historia ancestral de la humanidad.